martes, 2 de junio de 2009

Catolicismo y socialismo en "El idiota", de Dostoyevski




"Mucha gente se equivoca al sostener que una buena acción aislada no significa nada."
“El encanto de las maneras elegantes, la sencillez y el aparente candor eran casi mágicos. Jamás se le hubiera ocurrido que este candor, esa nobleza, este ingenio y esta alta dignidad personal no eran quizá más que un espléndido barniz artístico. A decir verdad, a despecho de su imponente aspecto, los invitados eran en su mayoría personas bastante hueras, quienes en su autocomplacencia ignoraban que gran parte de superioridad era sólo una pátina de la que ellos no eran responsables, habiéndolas recibido inconscientemente y por herencia. El príncipe, bajo el hechizo de la exquisita primera impresión, ni siquiera sospechaba tal cosa" (p. 749).

Tampoco Kant lo sospechaba un siglo antes de que estas líneas fueran escritas, pues también se dejó impresionar por las maneras elegantes que encontraba en las reuniones y tertulias de la nobleza y la alta burguesía prusianas a las que asistió como invitado principal durante buena parte de su vida. La délicatesse y el buen gusto en la conversación en torno a una misma mesa eran interpretados por Kant como índices del progreso moral que la Ilustración habría de traer consigo. Dostoyevski, en cambio, escoge precisamente la descripción de los modales en sociedad para denunciar el descalabro moral de la modernidad ilustrada y, principalmente, para advertir de las consecuencias de este fracaso.
El idiota atestigua una de las denuncias más vehementes de un siglo XIX que tendrá como una de sus misiones principales el interpretar los restos y las ruinas de los ideales heredados del siglo anterior. Entre estos ideales nacidos de la Ilustración, Dostoyevski se enfrentará con especial virulencia al movimiento filosófico, social y político que comienza a trasformar Europa: el socialismo utópico.
Para éste, el concepto de “solidaridad universal” defendido por el socialismo del siglo XIX expresaba justamente la ruptura del proyecto emancipador de la Ilustración: la armonía pretendida por esta solidaridad no podía ir más allá de la satisfacción de las necesidades materiales básicas, a través de unos avances técnicos que no tenían por qué incidir necesariamente en el progreso moral de la humanidad. Dostoyevski aprecia con claridad que el avance de la razón instrumental y científica moderna no supone de por sí el avance moral y emancipador anunciado por la Ilustración.
“¿cómo van ustedes a salvar el mundo y dónde van a encontrar la vía adecuada para hacerlo, ustedes todos, los hombres de ciencia, los de la industria, los de las asociaciones cooperativas, los del salario justo y todo lo demás? ¿Cómo van a hacerlo?” (p. 531).
Lejos de representar una muestra más del conservadurismo burgués legitimador de la sociedad rusa que habría de ser transformada por la revolución bolchevique, El idiota denuncia las consecuencias totalitarias que se derivan de todo intento de instauración universal de la justicia. En particular, Dostoyevski incide en la falta de la legitimidad moral de quienes pretendan determinar de forma arbitraria el orden de valores que pueda conducir a la liberación de la humanidad.
De este modo, éste juzgaba que la apelación a la solidaridad universal descansa esencialmente en un interés político y social encubierto: la gestión política del egoísmo personal. Éste será el legado de la Iglesia Católica a la cultura occidental, tal como puede apreciarse en el conocido pasaje de “El gran Inquisidor” de Los hermanos Karamazov, otra obra cumbre del escritor ruso.
En este sentido, el socialismo es considerado por Dostoyevski la “hijuela del catolicismo”: en ambos casos, se pretende el sacrificio de la libertad individual en virtud de un ideal emancipador que sólo puede ser pensado como realizable gracias a la coacción y la violencia, y cuyo significado es determinado por una parte de la sociedad que carece de legitimidad moral para ello.
“Dicen, es cierto […], que es necesaria la obediencia, que es preciso obedecer sin razonar, por pura entereza moral, y que por esa sumisión mía seré recompensado en el otro mundo” (p. 587).
“¡Porque el socialismo es también una hijuela del catolicismo y una idea esencialmente católica! ¡También él, como su hermano el ateísmo, nació de la desesperación, en oposición al catolicismo como fuerza moral, para reemplazar al poder moral, ya perdido, de la religión, para apagar la sed espiritual de una humanidad agostada y salvarla, no por Cristo, sino por la violencia. Ésta, también, es una unión alcanzada mediante la espada y la sangre” (p. 764)
Dostoyevski se enfrenta principalmente a la institucionalización política de las ideas clásicas de la modernidad. En su opinión, los conceptos de humanidad universal, de progreso y emancipación funcionan en realidad como medios a través de los cuales una clase privilegiada puede gestionar las libertades individuales en su propio beneficio. Con ello, el escritor no sólo incide en la contradicción entre el espíritu de los movimientos sociales rusos del XIX y el problema de su posible concreción política, una cuestión que se convertirá en fundamental en la futura disputa entre el anarquismo y el comunismo. Pues su ataque a la idea de “justicia universal” afecta también de lleno a aquellos Estados capitalistas que pueden alcanzar una satisfacción plena de sus necesidades materiales a costa de una represión violenta de una parte de la humanidad ,que es apartada así de estos beneficios.
“¡Pero yo, el abominable Lebedev, no creo en esos vagones que traen pan a la humanidad! Porque los vagones que traen pan a toda la humanidad sin fundamento moral para hacerlo pueden excluir fríamente a una parte considerable de la humanidad, lo que ya ha ocurrido…” (p. 533).
Fiodor Dostoyevski (1869): El idiota, Madrid: Alianza 2001, 2 vols.

7 comentarios:

Coltrane dijo...

pa este verano,cae

Sanchez dijo...

Y en "El Idiota" hay mucho, mucho más... tan sólo he escogido un par de puntos que me interesan. El personaje del príncipe Mishkin es algo verdaderamente cuativador...

Anónimo dijo...

¡Grata sorpresa, pardiez! De Dostoyevski sólo había leído la famosa "Crimen y castigo", por lo que no conocía ninguna de las que nombras. Me ha encantado esa relación que haces o hace Dost. entre socialismo y progreso técnico sin progreso moral, lo cual suponía la ruptura con el espíritu de la Ilustración. En especial, la cita que has puesto de la p. 531 es magnífica. Veo que te gustó (políticamente) Cuba, ¿eh?
Por cierto, lo del artículo de Le Mond había sido proporcionado por nuestro querido Peter Plómez (más conocido como el director del Dep. II), con lo cual quedo eximido del copyright, ehem.

Sanchez dijo...

La verdad, Txema, es que no tenía en mente a Cuba, que políticamente me pareció un caso muy específico. Creo incluso que se aplica mejor al discurso mesiánico de los estados capitalistas y a la "política" internacional sobre la que se apoya nuestro "progreso". Un abrazo!

El autogiro dijo...

Qué bien tenerte de nuevo en activo... Echaba ya de menos una entrada tuya.

Lycophon dijo...

Hacía mucho tiempo que no pasaba por tu blog. Me parece que esta entrada no tiene ningún desperdicio.
Un saludo

Sanchez dijo...

Gracias, Lycophon. La verdad es que escribo muy poco, con todo el trabajo que tengo!