jueves, 19 de mayo de 2011

NO SOMOS MERCANCÍA EN MANOS DE POLÍTICOS Y BANQUEROS

Desde hace más de un año no escribo en este blog, con el que tan bien me lo pasé durante mucho tiempo. Luego no he tenido mucho más tiempo. Algún día volveré a él, quien sabe...
Por ahora, podéis seguir lo que vamos colgando en http://www.democraciarealyagranada.blogspot.com/
Ha tenido 15 000 visitas en tres días, la mayoría sólo desde Granada.
Si quieres conocer qué es Democracia Real Ya, búscalo aquí mejor que en los medios. Hoy, mientras 40 000 personas reclamaban dignidad y decencia en el centro de Madrid, TVE decía que estamos allí para irnos a follar al campus de la Complutense y al Retiro...; como conclusión a su tertulia de cada noche, la imagen del día según el programa: un torero y su toro.
Busca la información sobre Democracia Real Ya en cualquiera de sus blogs, da igual la provincia.
Yo me quedo con la frase del día:
El motivo por el cual la Junta Electoral ha prohibido las concentraciones es porque
"la petición del voto responsable", a la que hacen referencia los convocantes de la concentración en SOL, "puede afectar a la campaña electoral y a la libertad del derecho de los ciudadanos al ejercicio del voto". (Nota de prensa oficial)
¡Y PÁSALO, QUE ESTO ES DE TODOS!
PORQUE NO SOMOS MERCANCÍA EN MANOS DE POLÍTICOS Y BANQUEROS

sábado, 6 de febrero de 2010

Adorable, sexy, dulce y gracioso

Daniel Dennett es uno de los filósofos más influyentes de la actualidad, además de representar uno de los personajes con mayor capacidad de divulgar de forma amena y divertida ideas de gran interés filosófico. Es algo que demostró suficientemente con su libro Darwin's Dangerous Idea (1995), que llegó a quedar finalista en el certamen National Book Award, un premio al que difícilmente pueden optar ensayos de filosofía.
Como su título indica, en su libro Dennett se encarga de resaltar por qué la "peligrosa idea de Darwin", la idea de la selección natural, supone una verdadera revolución en la historia del pensamiento. Según Dennett, la idea formulada por Darwin en El origen de las especies (1959) ofrece por primera vez una explicación de cómo el orden y la organización de la naturaleza pueden ser generados a partir del desorden, mediante un proceso ciego y mecánico que no sea dirigido por un relojero inteligente como Dios.
Antes de Darwin, los filósofos ya habían puesto en duda las pretensiones racionales de las explicaciones científicas de índole teleológica (Hume) o, al menos, habían optado por no extraer consecuencias metafísicas de tales explicaciones (Kant). Pero el poder de la teoría del Diseño inteligente era perfectamente inmune a tal prudencia escéptica. Mientras que no se ofreciese una explicación positiva sobre cómo es posible la generación del orden aparente del mundo desde un proceso contingente o azaroso, la explicación creacionista-teológica seguiría presentándose como más plausible y convincente.
Esto es algo que se observa con claridad en uno de los textos dedicados por Leibniz a la disputa contra el escepticismo. En Conversation du Marquis de Pianesse et du Pere emery eremite (1680 aprox.) éste recoge en la opinión del político escéptico una idea de Lucrecio (siglo I a. C.) en la que se formula con claridad la concepción general de la selección natural:

Usted sostiene que la Providencia es la que forma, por ejemplo, todo lo que se encuentra tan felizmente unido en la estructura de los animales. Eso sería razonable si no se tratara más que de algunas causas naturales. Pues cuando vemos un poema no dudamos de que lo ha compuesto un hombre; pero cuando se trata de toda la naturaleza hay que razonar de otro modo. Lucrecio, siguiendo a Epicuro, se valía de algunas excepciones que deterioran mucho el argumento que usted ha expuesto tomado del orden de las cosas: "Pues -dice- los pies no están hechos para marchar, sino que los hombres marchan porque tienen pies" (De rerum natura, IV, 825). Y si usted pregunta de dónde procede que todo concuerde tan bien en la máquina del animal, como si estuviera hecho adrede, Lucrecio le dirá que la necesidad lleva a que las cosas mal hechas perezcan y que las bien hechas se conserven y se manifiesten solas: así, aunque hubiera una infinidad de cosas mal hechas no podrían subsistir entre las demas" (AA, VI, 4, C, 2266; Olaso 272).
Ante esta objeción, Leibniz le concede al escéptico que no podemos ofrecer un argumento definitivo contra esta explicación, es decir, no podemos demostrar que sea imposible que el orden del mundo se haya generado de un modo contingente y mecánico. Ahora bien, si tanto la explicación teológica que recurre a la intervención de la Providencia como la concepción de la selección natural son igualmente posibles, la primera es para Leibniz mucho más plausible y convincente, pues desde luego se conforma mejor con nuestro sentido común y lo que Leibniz denominaba "certeza moral". Así, el personaje representado por el ermitaño, la "voz" de Leibniz en el diálogo, declara:

Estoy de acuerdo en que esa ficción no es imposible, hablando en términos absolutos, es decir, que no implica contradicción [...]: pero también es poco creíble suponer que una biblioteca entera se formó un día por un concurso fortuito de átomos [...]. Si me transportaran a una nueva región del universo en que viera relojes, muebles, libros, construcciones, apostaría audazmente todo lo que tengo a que ésa sería obra de alguna criatura razonable, aunque sea posible, hablando en absoluto, que no lo fuera y se pudiese imaginar que acaso hay un país en la extensión infinita de las cosas en que los libros se escriben solos [...]. Por tanto, la verosimilitud de esta suposición es como infinitamente pequeña, es decir, moralmente nula y, por consiguiente, hay certeza moral de que es la Providencia la que gobierna las cosas (2268; Olaso 273s.)
Leibniz estaba tan seguro de que su concepción teológica era la más razonable que era capaz de apostar a esta idea todo su patrimonio. Por suerte para él, Darwin escribió El origen de las especies un siglo y medio después de la muerte del primero. El valor de su teoría de la evolución consiste en mostrar que la concepción alternativa no sólo es posible en términos absolutos, sino que además la generación del orden puede explicarse de forma positiva a partir de un proceso ciego y mecánico como la selección natural, de forma que la naturaleza sería, a pesar de la apuesta de Leibniz, una biblioteca en la que los libros se escriben solos.
Dennett ilustra algunas de estas ideas en una divertida conferencia impartida en 2009. No tiene desperdicio: "Sweet, Sexy, Cute and Funny".



miércoles, 2 de diciembre de 2009

Manifiesto "En defensa de los derechos fundamentales en internet"

Ante la inclusión en el Anteproyecto de Ley de Economía sostenible de modificaciones legislativas que afectan al libre ejercicio de las libertades de expresión, información y el derecho de acceso a la cultura a través de Internet, los periodistas, bloggers, usuarios, profesionales y creadores de internet manifestamos nuestra firme oposición al proyecto, y declaramos que...

1.- Los derechos de autor no pueden situarse por encima de los derechos fundamentales de los ciudadanos, como el derecho a la privacidad, a la seguridad, a la presunción de inocencia, a la tutela judicial efectiva y a la libertad de expresión.

2.- La suspensión de derechos fundamentales es y debe seguir siendo competencia exclusiva del poder judicial. Ni un cierre sin sentencia. Este anteproyecto, en contra de lo establecido en el artículo 20.5 de la Constitución, pone en manos de un órgano no judicial - un organismo dependiente del ministerio de Cultura -, la potestad de impedir a los ciudadanos españoles el acceso a cualquier página web.

3.- La nueva legislación creará inseguridad jurídica en todo el sector tecnológico español, perjudicando uno de los pocos campos de desarrollo y futuro de nuestra economía, entorpeciendo la creación de empresas, introduciendo trabas a la libre competencia y ralentizando su proyección internacional.

4.- La nueva legislación propuesta amenaza a los nuevos creadores y entorpece la creación cultural. Con Internet y los sucesivos avances tecnológicos se ha democratizado extraordinariamente la creación y emisión de contenidos de todo tipo, que ya no provienen prevalentemente de las industrias culturales tradicionales, sino de multitud de fuentes diferentes.

5.- Los autores, como todos los trabajadores, tienen derecho a vivir de su trabajo con nuevas ideas creativas, modelos de negocio y actividades asociadas a sus creaciones. Intentar sostener con cambios legislativos a una industria obsoleta que no sabe adaptarse a este nuevo entorno no es ni justo ni realista. Si su modelo de negocio se basaba en el control de las copias de las obras y en Internet no es posible sin vulnerar derechos fundamentales, deberían buscar otro modelo.

6.- Consideramos que las industrias culturales necesitan para sobrevivir alternativas modernas, eficaces, creíbles y asequibles y que se adecuen a los nuevos usos sociales, en lugar de limitaciones tan desproporcionadas como ineficaces para el fin que dicen perseguir.

7.- Internet debe funcionar de forma libre y sin interferencias políticas auspiciadas por sectores que pretenden perpetuar obsoletos modelos de negocio e imposibilitar que el saber humano siga siendo libre.

8.- Exigimos que el Gobierno garantice por ley la neutralidad de la Red en España, ante cualquier presión que pueda producirse, como marco para el desarrollo de una economía sostenible y realista de cara al futuro.

9.- Proponemos una verdadera reforma del derecho de propiedad intelectual orientada a su fin: devolver a la sociedad el conocimiento, promover el dominio público y limitar los abusos de las entidades gestoras.

10.- En democracia las leyes y sus modificaciones deben aprobarse tras el oportuno debate público y habiendo consultado previamente a todas las partes implicadas. No es de recibo que se realicen cambios legislativos que afectan a derechos fundamentales en una ley no orgánica y que versa sobre otra materia.

miércoles, 7 de octubre de 2009

La ciencia en España no necesita tijeras



Zapatero tenía ayer la "expectativa cierta" de que seremos "campeones del mundo en el próximo campeonato mundial". Hablaba de fútbol, todos lo sabemos.
Ésta es la agenda política del Presidente del Gobierno, días después de proponer una reducción del 15 % en la inversión en investigación y desarrollo, una de las partidas que sufren un mayor recorte en los nuevos presupuestos del Estado. Porque, en lo que se refiere al desarrollo científico y tecnologíco, España se encuentra a la cola de Europa: la primera de nuestras universidades se encuentra cerca del puesto 200 en el ranking mundial; la inversión española en I+D no ha superado el 1,3 % del PIB, en lo que nos codeamos con Albania, Portugal y Grecia; la producción de patentes por millar de habitantes es, por poner un ejemplo, 52 veces inferior en comparación con un país como Suiza. Siempre nos quedará el fútbol.
Uno de los ejes de la campaña electoral del PSOE en 2004 fue la decidida apuesta por la investigación, como el principal medio a través del cual podía construirse un cambio del modelo productivo, excesivamente basado en la construcción. De este sector económico sólo quedan las ruinas, y ahora toca apretarse el cinturón mediante el ahorro en los gastos públicos.
Pero la ciencia en España no necesita tijeras, si de lo que se trata es de afrontar la crisis. En principio podría pensarse que ahorrar en ciencia y desarrollo tecnológico es lo mismo que ahorrar en cualquier otro sector, especialmente en un país donde el 34 % de los ciudadanos piensa que la ciencia es perjudicial. Pero las bases sobre las que el Gobierno pretende sostener la recuperación económica sólo pueden construirse gracias a la investigación. La productividad de la industria española, de las más bajas de Europa, sólo puede crecer de forma sólida a través del desarrollo tecnológico, y para esto hace falta principalmente una financiación suficiente. Con unos tipos de interés comunes para toda la Unión Europa y una productividad por los suelos, las empresas españolas sólo podrán crecer marcando la diferencia en lo que resta: el salario de los trabajadores. No es de extrañar que, justamente en el peor momento de la crisis, la productividad por hora trabajada en España haya aumentado significativamente: no hay hora de trabajo más productiva para la empresa que aquella que no se le paga al trabajador.
Hace unos días un grupo de directores e investigadores de los Centros de Investigación Biomédica dedicaron una carta abierta al Gobierno y al Ministerio de Ciencia e Innovación. En ella se suplicaba dar marcha atrás en el recorte de I+D. Esto supondría el despido de unos 500 científicos en este sector y la paralización de decenas de proyectos ya abiertos, sobre temas tan importantes como el alzheimer, el parkinson o el cáncer. Con esto no sólo se reduce su financiación, sino que se tira a la basura todo lo invertido en los presupuestos de años anteriores. Si a un proyecto de investigación se le cierra el grifo antes de alcanzar sus resultados, tras años de esforzado trabajo, el dinero empleado no habrá servido para nada; si a un joven científico se le despide después de acabar su tesis doctoral, éste no tendrá más opción que continuar su carrera en un país desarrollado, es decir, en el extranjero. Desde el punto de vista empresarial, el Ministerio de Ciencia e Innovación pueda considerarse como una empresa que se dedica a formar investigadores con el objeto de que otros países se beneficien de los frutos de esta inversión de tiempo y dinero. La ciencia en España no necesita tijeras, bastaría con que el Ministerio de Ciencia e Innovación afrontará la estupidez de sus políticas económicas.
Es cierto que el recorte en I+D tiene un resultado positivo para los ciudadanos. Con ello se pone de manifiesto claramente que el objetivo de la política económica del Gobierno no es salir de la crisis. Nuestra clase política está más que dispuesta a aceptar la normalidad de un desempleo estructural en torno al 20 %, en un país en el que el 34 % de los ciudadanos tiene miedo de la ciencia. El PlanE, ese remedo del necesario e inexistente programa de formación de los desempleados, no permitirá salir de la crisis, ni a corto ni a largo plazo. Pero sí convierte a la clase política en una bienintencionada hacedora de favores, que siempre podrán ser devueltos en forma de votos en las próximas elecciones.

P.D.: Con la presente entrada, este blog participa de la iniciativa emprendida por Javier Peláez en La Aldea Irreductible, para pronunciarse el día 7 de octubre en las redes 2.0 en contra del recorte en I+D de los próximos presupuestos del Estado, bajo el lema "La ciencia en España no necesita tijeras". Por ahora, Google arroja más de 20.000 páginas, de las cuales casi 4000 son blogs.

martes, 9 de junio de 2009

martes, 2 de junio de 2009

Catolicismo y socialismo en "El idiota", de Dostoyevski




"Mucha gente se equivoca al sostener que una buena acción aislada no significa nada."
“El encanto de las maneras elegantes, la sencillez y el aparente candor eran casi mágicos. Jamás se le hubiera ocurrido que este candor, esa nobleza, este ingenio y esta alta dignidad personal no eran quizá más que un espléndido barniz artístico. A decir verdad, a despecho de su imponente aspecto, los invitados eran en su mayoría personas bastante hueras, quienes en su autocomplacencia ignoraban que gran parte de superioridad era sólo una pátina de la que ellos no eran responsables, habiéndolas recibido inconscientemente y por herencia. El príncipe, bajo el hechizo de la exquisita primera impresión, ni siquiera sospechaba tal cosa" (p. 749).

Tampoco Kant lo sospechaba un siglo antes de que estas líneas fueran escritas, pues también se dejó impresionar por las maneras elegantes que encontraba en las reuniones y tertulias de la nobleza y la alta burguesía prusianas a las que asistió como invitado principal durante buena parte de su vida. La délicatesse y el buen gusto en la conversación en torno a una misma mesa eran interpretados por Kant como índices del progreso moral que la Ilustración habría de traer consigo. Dostoyevski, en cambio, escoge precisamente la descripción de los modales en sociedad para denunciar el descalabro moral de la modernidad ilustrada y, principalmente, para advertir de las consecuencias de este fracaso.
El idiota atestigua una de las denuncias más vehementes de un siglo XIX que tendrá como una de sus misiones principales el interpretar los restos y las ruinas de los ideales heredados del siglo anterior. Entre estos ideales nacidos de la Ilustración, Dostoyevski se enfrentará con especial virulencia al movimiento filosófico, social y político que comienza a trasformar Europa: el socialismo utópico.
Para éste, el concepto de “solidaridad universal” defendido por el socialismo del siglo XIX expresaba justamente la ruptura del proyecto emancipador de la Ilustración: la armonía pretendida por esta solidaridad no podía ir más allá de la satisfacción de las necesidades materiales básicas, a través de unos avances técnicos que no tenían por qué incidir necesariamente en el progreso moral de la humanidad. Dostoyevski aprecia con claridad que el avance de la razón instrumental y científica moderna no supone de por sí el avance moral y emancipador anunciado por la Ilustración.
“¿cómo van ustedes a salvar el mundo y dónde van a encontrar la vía adecuada para hacerlo, ustedes todos, los hombres de ciencia, los de la industria, los de las asociaciones cooperativas, los del salario justo y todo lo demás? ¿Cómo van a hacerlo?” (p. 531).
Lejos de representar una muestra más del conservadurismo burgués legitimador de la sociedad rusa que habría de ser transformada por la revolución bolchevique, El idiota denuncia las consecuencias totalitarias que se derivan de todo intento de instauración universal de la justicia. En particular, Dostoyevski incide en la falta de la legitimidad moral de quienes pretendan determinar de forma arbitraria el orden de valores que pueda conducir a la liberación de la humanidad.
De este modo, éste juzgaba que la apelación a la solidaridad universal descansa esencialmente en un interés político y social encubierto: la gestión política del egoísmo personal. Éste será el legado de la Iglesia Católica a la cultura occidental, tal como puede apreciarse en el conocido pasaje de “El gran Inquisidor” de Los hermanos Karamazov, otra obra cumbre del escritor ruso.
En este sentido, el socialismo es considerado por Dostoyevski la “hijuela del catolicismo”: en ambos casos, se pretende el sacrificio de la libertad individual en virtud de un ideal emancipador que sólo puede ser pensado como realizable gracias a la coacción y la violencia, y cuyo significado es determinado por una parte de la sociedad que carece de legitimidad moral para ello.
“Dicen, es cierto […], que es necesaria la obediencia, que es preciso obedecer sin razonar, por pura entereza moral, y que por esa sumisión mía seré recompensado en el otro mundo” (p. 587).
“¡Porque el socialismo es también una hijuela del catolicismo y una idea esencialmente católica! ¡También él, como su hermano el ateísmo, nació de la desesperación, en oposición al catolicismo como fuerza moral, para reemplazar al poder moral, ya perdido, de la religión, para apagar la sed espiritual de una humanidad agostada y salvarla, no por Cristo, sino por la violencia. Ésta, también, es una unión alcanzada mediante la espada y la sangre” (p. 764)
Dostoyevski se enfrenta principalmente a la institucionalización política de las ideas clásicas de la modernidad. En su opinión, los conceptos de humanidad universal, de progreso y emancipación funcionan en realidad como medios a través de los cuales una clase privilegiada puede gestionar las libertades individuales en su propio beneficio. Con ello, el escritor no sólo incide en la contradicción entre el espíritu de los movimientos sociales rusos del XIX y el problema de su posible concreción política, una cuestión que se convertirá en fundamental en la futura disputa entre el anarquismo y el comunismo. Pues su ataque a la idea de “justicia universal” afecta también de lleno a aquellos Estados capitalistas que pueden alcanzar una satisfacción plena de sus necesidades materiales a costa de una represión violenta de una parte de la humanidad ,que es apartada así de estos beneficios.
“¡Pero yo, el abominable Lebedev, no creo en esos vagones que traen pan a la humanidad! Porque los vagones que traen pan a toda la humanidad sin fundamento moral para hacerlo pueden excluir fríamente a una parte considerable de la humanidad, lo que ya ha ocurrido…” (p. 533).
Fiodor Dostoyevski (1869): El idiota, Madrid: Alianza 2001, 2 vols.